Arturo Jauretche

Los pueblos no odian, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor.



viernes, 2 de septiembre de 2011

El silencio de los gorilas

Hace ya unos cuantos años fue muy vista la película The Silence of the Lambs (el silencio de los corderos, aunque se tradujo como el silencio de los inocentes). El nombre venía a cuento de un sueño recurrente que tenía la protagonista, una policía que tenía la misión de resolver el caso de un asesino serial con la ayuda de otro, el célebre Hannibal Lecter. La pesadilla incluía el llanto de corderos, lo que perturbaba a la policía desde pequeña. Como en toda película de este estilo, se construye una parábola que termina con el silencio de los corderos ya que la policía resuelve algún trauma que la perseguía desde niña.

La introducción con la mención al silencio de los corderos la realizo para hablar del repentino silencio de otra especie animal que se ha dado las últimas semanas por nuestras pampas, el silencio de los gorilas. Pero antes de referirme a su silencio quiero abrir un paréntesis y profundizar respecto de la palabra gorila. Por haber nacido en una casa con padres peronistas tengo presente el término gorila desde chico. Sin embargo, no lograba comprenderlo. Sabía que se refería a los no-peronistas, o más bien a los anti-peronistas, pero realmente no entendía la esencia del término. Tal vez sea porque me tocó conocer un peronismo (Luder, Herminio, Cafiero, Menem, Ruckauf, Duahlde, etc, etc) que sólo representaba lo peor del peronismo. Es más, tomando un concepto de JP Feinmann sabiendo que a muchos les caerá mal, el peronismo para mí no define nada por el hecho de ser todo. O para ser más claro, si Menem, Duhalde y Néstor se reivindican peronistas decir que alguien es peronista no lo define políticamente en lo más mínimo. Por eso, y sin renegar de “lo mejor del peronismo” nunca podré definirme peronista y cuando me preguntan digo: “yo soy kirchnerista”.

Pero tengo que retomar el hilo, estaba en que para mí la palabra gorila nunca tuvo un significado profundo, que no comprendía su esencia. Lo que me permitió entender a qué se referían mis viejos cuando decían: “ese es un gorila” fue Néstor Kirchner. O más bien la reacción de los gorilas ante Néstor y, por supuesto, luego ante Cristina. Entonces claramente identifiqué como gorilas a los que se oponen a todo lo que implique mejoras para las clases populares. Pero profundizando identifiqué dos clases de gorilas, los gorilas pura sangre y los cruza. Los gorilas de raza podríamos definirlos como los oligarcas y que se oponen a las mejoras sobre los sectores populares porque ello implica pérdida de poder, beneficios, influencia, etc. En cambio, los gorilas cruza son los de clase media, que son realmente muy extraños, ya que muchas veces tienen una actitud más radical que los gorilas de raza, aunque normalmente las políticas que mejoran la situación de los sectores populares también les permite mejorar. Pero miran a los gorilas pura sangre y quieren ser como ellos y por eso piensan como ellos y actúan en forma aún más virulenta. Pero los gorilas pura sangre saben que no tienen pedigree y por eso los desprecian en las sombras aunque aprovechen su accionar en pos de sus intereses.

Pero dejemos las variantes de gorilas y pasemos al silencio de los gorilas. Y si quiero referirme al silencio de los gorilas es porque antes hicieron ruido, gritaron y hasta cacerolearon en 2008. Y el ruido de los gorilas, como a la protagonista del silencio de los corderos, me atormentaba. Me hacía muy mal ese ruido monocorde, que escuchaba en casi todo contacto con personas de clase media que tenía. Es más, a tal punto de hegemonía pensaron que habían llegado los gorilas, que querían hacerte parte de sus gritos y sus ruidos. O se sentían con total impunidad para decir las barbaridades que se les ocurrían, o más bien que los gorilas de la TV hacían que se les ocurra. Había que escucharlos hablar de “la yegua” con una naturalidad impactante. Y para no discutir en lugares en los que no resultaba posible había que morderse la lengua, tragarse las palabras, masticarse los argumentos que tantos tenía que me empachaba. Y así estaba con una indigestión tremenda por culpa de los gorilas.

Pero un lunes los gorilas enmudecieron, o los que no se quedaron mudos dejaron de gritar y hablan en voz más baja. Porque se dieron cuenta que si la Presidenta sacó el 50% de los otos es muy probable que no todos los que los rodean sean gorilas. Así como en el 2003 cada vez que estaba con otras tres personas pensaba: ¿cuál será el que lo votó a innombrable? (en realidad en mi cabeza la pregunta era con un tono bastante más soez, pero lo cortés no quita lo valiente). Por que el riojano más famoso sacó 25% de los votos casi, es decir uno de cada cuatro lo había votado!!!

Decía que ese lunes de agosto los gorilas dejaron de gritar y qué lindo que es!!! Como en la película, es un alivio impresionante el silencio de los gorilas y tenemos que mantenerlos así, por el bien de la mayoría y por qué no por el mío también.